viernes, 27 de enero de 2012

EN BUSCA DE UN NUEVO PENTECOSTÉS


Por: Jorge Medina
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El día de Pentecostés ha pasado a la historia como el día de la fundación de la Iglesia del Nuevo Testamento. Ese fue el Día escogido por Dios para derramar Su Espíritu.
Los que lo recibieron comenzaron a hablar en otros idiomas bajo la inspiración divina (Hechos 2:1-4).

Pocos siglos después, parecía que la obra milagrosa del Espíritu Santo había desaparecido de la tierra (aunque se ha encontrado evidencia histórica de lo contrario). Fue así que el primer día del Siglo Veinte, en una escuela bíblica liderizada por Charles Parham, en Topeka, Kansas, unos cuantos jóvenes experimentaron un nuevo Pentecostés, con la señal de hablar en otras lenguas. Ellos habían estado estudiando el Libro de los Hechos de los Apóstoles, y orando para que Dios pudiera derramar Su Espíritu una vez más.

Poco tiempo después, William J. Seymour, un hombre de raza negra, que podía ver sólo de un ojo, llegó al Instituto Bíblico deseando aprender sobre el Espíritu Santo. En ese tiempo, por el racismo, Seymour no podía sentarse en la misma clase con estudiantes de raza blanca; así que se quedaba aparte, simplemente escuchando las enseñanzas de Parham. ¡Tal era su sed de Dios! Seymour quedó convencido que la evidencia de la llenura del Espíritu Santo en la Biblia era el hablar en lenguas que uno no había aprendido.

En 1906, con la oportunidad de pastorear una iglesia en Los Angeles, Seymour viajó a California. Su primer mensaje en la nueva iglesia fue sobre el derramamiento del Espíritu Santo y las lenguas.

Al llegar a la iglesia para la siguiente reunión, la encontró cerrada con candado. Su mensaje no había sido bien recibido. La mayoría de las iglesias de ese tiempo creían que los milagros habían cesado con la muerte de los apóstoles. El "emocionalismo" demostrado en los servicios Pentecostales, decían ellos, no eran "apropiados" para caballeros y damas cristianas.

William Seymour y unas cuantas personas comenzaron a tener reuniones de oración y estudio bíblico en una casa vecina. Poco tiempo después varios habían recibido el Espíritu Santo. El grupo creció tanto que tuvieron que rentar otro lugar. Este último, era un establo en la 312 de la Calle Azusa, fue conocido como la Misión de Fe Apostólica. Pronto llenaron también ese lugar. Tuvieron reuniones cada día sin fallar (día y noche) por tres años. La congregación de Seymour estaba compuesta predominantemente de gente de raza negra, pero muchos de raza blanca también asistían a las
reuniones. Solamente el Espíritu Santo pudo hacer que ellos adoraran juntos. Los enfermos eran sanados y los pecadores se arrepentían y eran llenos del Espíritu Santo.

Esto causó tal consternación que los periódicos a través de todo el país le dedicaron artículos enteros. Muchos pastores de varias denominaciones visitaron Azusa; misioneros volvieron a Estados Unidos de varios países extranjeros. Todos querían ver con sus propios ojos los milagros que estaban aconteciendo. Muchos de ellos volvieron a sus ciudades y países llenos del poder del Espíritu Santo y comenzaron a predicar la "lluvia tardía" que Dios estaba derramando sobre Su iglesia.

Desde entonces, el movimiento pentecostal ha afectado a cada denominación protestante, y hasta a la Institución Católica (mediante el movimiento de renovación carismática). Este mover de Dios que visitó Azusa tuvo tal impacto en dar a conocer Pentecostés, que la revista Life denominó el derramamiento del Espíritu Santo como uno de los 100 acontecimientos más importantes del Siglo Veinte. 

Otros han denominado al Siglo Veinte como "el Siglo del Espíritu Santo."

Hoy, como en el tiempo de los Apóstoles, Dios tiene agua viva para todo aquel que quiera. El fuego de Azusa todavía está ardiendo, buscando corazones que tengan sed de Dios, sed de Su Espíritu, sed de ser llenos de La Promesa.

"El que tenga sed, venga y tome del agua de la vida gratuitamente." 

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